El pequeño Jimmy siempre se consideró una persona brillante
pero floja. Creativa pero sin motivación. Toda su vida la pasaba diciendo que
lo único que a él le faltaba era un poco de motivación y disciplina para
demostrar su genialidad. El pequeño Jimmy se aventuraba a llamarse “el genio de
su generación”. Como muchos adolescentes, perdía horas en la computadora y sólo
conseguía calificaciones mediocres en sus estudios. Pero de alguna forma
lograba sobrevivir en el mundo.
Un buen día Jimmy se encontró una lámpara mágica y la frotó.
Apareció un genio que lo recompensó con un deseo. Jimmy no tuvo que pensarlo, y
rápidamente exclamó: “Quítame lo flojo y lléname de motivación”. El genio
accedió. Inmediatamente Jimmy se sintió lleno de energía, capaz de hacer
cualquier cosa, así que regresó a su casa lo más pronto posible.
Jimmy se sentó por horas y horas, pensando en algo por
inventar, en alguna forma de gastar todo ese potencial. Al cabo de un tiempo,
Jimmy sólo pudo pensar: “debí haber deseado ser millonario”.
Nunca tuvo una buena idea. No era tan brillante como creía.